"Antes de la iluminación,
cortar leña, llevar agua.
Después de la iluminación,
cortar leña, llevar agua".

Proverbio Zen





Cuando nos referimos a esa cosa escurridiza
llamada iluminación, generalmente pensamos
en un estado de conciencia que alcanzaremos
si adoptamos las prácticas espirituales
apropiadas y trabajamos con diligencia para
alcanzarla. Se supone que una vez hayamos
despertado totalmente, todos nuestros problemas
desaparecerán y viviremos una vida de
bienaventuranza eterna.




No obstante, el mensaje de este famoso
proverbio es que la iluminación no es un
logro, sino una realización. Una vez alcanzas
esta realización, todo parece haber cambiado,
aunque no sea así. Es como si hubieras estado
yendo por la vida con los ojos cerrados y de
pronto los hubieras abierto. Ahora puedes ver,
pero el mundo no ha cambiado; simplemente lo
ves con otros ojos. Lo que me dice este
proverbio sobre cortar leña y llevar agua es
que la iluminación no empieza con la postura
del loto en una cueva del Himalaya. No es
algo que obtendrás de un gurú, un libro o
del estudio. La iluminación es una actitud
hacia todo lo que haces.




La iluminación implica la idea básica de
estar inmerso en un estado de paz en cada
momento de mi vida. Si estoy ansioso,
estresado, tenso o tengo miedo, no me doy
cuenta del potencial que tengo para la
iluminación incluso en ese momento. Tengo
la certeza de que ser conscientes de esos
momentos de intranquilidad es una de las
formas de llegar a la iluminación. Dicen
que la diferencia entre una persona
iluminada y una ignorante es que una se
da cuenta de que es ignorante, mientras
que la otra no.




La iluminación no es un medio para eliminar
las tareas diarias de la vida. ¿De qué
sirve entonces afrontar la vida desde el
estado de iluminación, si no es para
trascender las labores cotidianas y
conducirnos a una vida contemplativa
libre de problemas?




La iluminación no cambiará nuestro mundo
exterior, pero sí nuestra forma de percibirlo.
Se ve la vida con un mayor distanciamiento.
El distanciamiento no implica una actitud
de indiferencia. Significa que sé que puedo
elegir tener paz en todo momento, sin dejar
de desarrollar mis actividades diarias, con
los problemas y circunstancias que conllevan.
Mientras esté en este cuerpo físico, siempre
tendré algo de leña que cortar y agua para
llevar. No obstante, mi perspectiva constituye
la iluminación.




Me encanta esta afirmación de Un curso de
milagros: "¡Puedo elegir la paz en lugar de
esto!". A mi entender, esta afirmación condensa
la experiencia de la iluminación: ser capaz
de elegir la paz mientras llevas agua, cortas
leña, limpias, cumples con tus obligaciones,
das martillazos y un millón de cosas más.




La iluminación no es algo que te libere, sino
que tú mismo te conviertes en la libertad.
No te conviertes en un águila en el cielo,
te conviertes en el cielo. Ya no te defines
por las limitaciones de tu cuerpo; el universo
se convierte en tu cuerpo. Estás conectado
espiritualmente con todo aquello que ves y
que haces. Empiezas a ver todas tus tareas,
incluso las más mundanas, como oportunidades
para conocer a Dios. Transmites la paz a todo
cuanto te rodea, puesto que mentalmente eres
uno con todas las cosas y todas las personas.
No te preocupes por etiquetar las flores y
los árboles, sino por sentirlos.




Este sencillo proverbio zen, que ha sido
transmitido por aquellos que han buscado la
iluminación durante miles de años en un gran
regalo. Nunca has de cambiar lo que ves dentro
o fuera de ti, sólo tu forma de verlo. ¡Eso
es la iluminación!




Para que este sencillo proverbio zen funcione
en tu vida, te ofrezco unas pocas estrategias
igualmente simples para practicar:

Sé consciente de tu "ignorancia" al permitir
que te aparte diariamente de la paz. Sé consciente
de a quién has culpado en tus momentos de
desesperación, en qué ocasión ha sido y con qué
frecuencia has caído en la trampa. Reconocer tus
momentos oscuros es la forma de empezar a
transformarlos en lo contrario. Recuerda que los
ignorantes no suelen ser conscientes de su
ignorancia. Sé consciente.




Abandona tu tendencia a ver la iluminación como
algo que has de alcanzar en el futuro, cuando
las circunstancias de tu vida hayan cambiado
para mejor. Siempre tendrás algo que cortar o
algo que llevar. De ti depende cómo quieras
verlo.

Intenta realizar cambios específicos en tu
manera de afrontar aquellas cosas que te
aprtan de la paz. Por ejemplo, si descubres
que el tráfico te está poniendo demasiado
nervioso, utiliza estas circunstancias
ordinarias de la vida moderna para conectar
con tu vida interior. Reserva un espacio en
tu interior para que la iluminación se revele
en los momentos en que sueles sentirte
angustiado.




Por último, no anuncies nunca tu iluminación.
La persona que dice "Estoy iluminada", no lo
está. Procura no entablar conversaciones sobre
tu iluminación. Una enseñanza zen dice que
sólo has de responder cuando un indagador
sincero te ha preguntado más de tres veces.
Los sabios guardan silencio respecto al tema
de su propio nivel de realización en la
búsqueda de Dios.
















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