"No desees que las cosas se
hagan deprisa. No te fijes en las
pequeñas ventajas. Desear que las
cosas se hagan deprisa impide que
se hagan bien. Fijarse en las pequeñas
ventajas impide realizar grandes
empresas".

Confucio (551 a.C.-479a.C.)





Son muchas las cosas que nuestra naturaleza
puede enseñarnos sobre el modo en que
obstaculizamos nuestra grandeza. Sin embargo,
solemos olvidar los dictados de nuestra
naturaleza en favor de lo que nos dicta
nuestra mente.




La paciencia es el ingrediente clave en el
proceso del mundo natural y en nuestro
mundo personal. Por ejemplo, si me hago un
arañazo en el brazo o me rompo un hueso, el
proceso de curación tiene lugar a su propio
ritmo, independientemente de cualquier
opinión que yo pueda tener al respecto. Eso
es el mundo natural en acción. Mi deseo de
que se cure pronto no sirve de nada. Si
aplico esta impaciencia a mi mundo personal,
estaré poniendo trabas para que se sane
apropiadamente, coimo advirtió Confucio hace
veinticinco siglos. Shakespeare manifestó
una opinión similar a la de este antiguo
predecesor chino cuando escribió: "¡Qué
pobres son los que no tienen paciencia!
¿Qué herida que se haya curado jamás no lo
ha hecho gradualmente?".




Hay una frase de Un Curso de Milagros que
puede desconcertar a cualquiera que sea
prisionero de su ego, porque parece una
contradicción. Dice así: "La paciencia
infinita produce resultados inmediatos",
y no es sino un eco del consejo de
veinticinco siglos de antigüedad sobre el
que estás leyendo. La paciencia infinita
es aquello que subyace a la condición de
fe o de conocimiento absoluto. Si sabes
sin lugar a dudas que lo que estás haciendo
guarda coherencia con tu objetivo y que
estás tratando de llevar a cabo una gran
empresa, estarás en paz contigo mismo y en
armonía con tu heroica misión, de lo cual
resulta una profunda sensación de paz y
beatitud que ya es en sí misma un estado
de iluminación. Por ende, la paciencia
infinita lleva tu fe a un punto en que
hacer las cosas deprisa no tiene el menor
interés. Transmutas la necesidad de ver
resultados inmediatos, al igual que cuando
tus cortes, arañazos y heridas sanan según
los dictámenes de la naturaleza en lugar
de seguir los designios de tu yo impaciente.




La impaciencia fomenta el miedo, el estrés
y el desánimo. La paciencia se manifiesta en
la confianza, en la decisión y en un
sentimiento de pacífica satisfacción. Mientras
contemplas tu propia vida, examina con qué
frecuencia exiges señales de éxito inmediato
para ti y para los demás e intenta ver las
cosas desde una perspectiva más amplia.
Cuando tienes un propósito y aplicas una
perspectiva más global, puedes desprenderte
de la inclinación a buscar reconocimiento
bajo forma de condecoraciones y aplausos.




Para ver el absurdo de la impaciencia en
tu vida, adelanta el reloj varias horas y
arranca varias páginas del calendario. Entonces,
¡observa si has avanzado en el tiempo! Los
fracasos y frustraciones, así como los éxitos
inmediatos, forman parte del todo perfecto.
Si observas la naturaleza -tu naturaleza y el
mundo natural que te rodea-, verás que has de
permitir que cada herida se cierre a su propio
ritmo; para comerte un higo, primero has de
dejar que salga la flor, luego el fruto, y que
éste madure. Confía en tu naturaleza y abandona
el deseo de obtener resultados inmediatos.




Para conseguirlo:

Deja de evaluar tus éxitos o fracasos
basándote en los signos inmediatos. Si
interiormente sabes que tienes una misión
más elevada que lo que pueda parecer a simple
vista, te liberarás de la estupidez de desear
resultados inmediatos. Ir a la cabeza desde el
inicio del juego puede suponer una gran
desventaja, si eso oscurece tu perspectiva
global del mismo.




Piensa en lo que estás haciendo a cinco siglos
vista en vez de a cinco minutos. Produce para
los que estarán aquí dentro de cinco siglos, y
en lugar de hacer hincapié en los resultados
inmediatos lo harás en empresas mucho mayores.

Sé tan paciente contigo mismo, con todos tus
éxitos y fracasos, como crees que Dios lo ha
sido siempre contigo. Cuando puedes delegar un
problema en alguien que está por encima de ti
y con quien te sientes vinculado, inmediatamente
pasas a ese estado de paciencia infinita y
dejas de buscar los pequeños signos del presente.
















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