Yn Mictlan
El lugar del no retorno

Par las culturas prehispánicas, la vida y la muerte formaban parte de una dualidad, que encajaba en la manera de ser de todo el universo. Ellos concebían la vida y la muerte como dos partes de un ciclo natural, y podían observarlo en el ciclo anual de la temporada de lluvias seguida de la temporada de secas, donde la vida se extinguía.

De la misma forma, la muerte implicaba el término de un ciclo, y de la misma forma en que el ser humano nacía tras atravesar nueve periodos, debía morir y regresar a la tierra atravesando nueve lugares, al menos en las culturas de tradición nahua. El muerto tenía que pasar por nueve niveles que eran un río, y por el camino entre dos sierras que se entrecortaban una con otra, un camino guardado por una serpiente, tenían que pasar por donde estaba la xochitonal (lagartija Verde); debía pasar ocho páramos, ocho collados; por donde hay un viento frío de navajas o itzehecayan, y pasaban sobre el lomo de un perro por el río Chicnahuapan, con lo que llegaban frente a Mictlantecuhtli y Mictlancihuatl.

Al difunto se le derramaba agua de un pequeño cántaro mientras se le cubría con mantas y papel todo el cuerpo. El cuerpo debía ser acomodado en posición sedente y amarrado, para que se acomodara un bulto al que se le ponía una máscara a la altura de la cara, y en la boca se le ponía una piedra verde o de obsidiana mientras se le rezaban los lugares por los que había de pasar y también se le decían las lástimas que había dejado en el mundo de los vivos.

El noveno paraje, el Mictlan, era un lugar amplísimo y oscuro, en el que se termina la memoria del muerto, en donde la gente era flechada y se comían los corazones, era el lugar de la obsidiana donde no había orificios para el humo. El lugar sin ventanas, sin calles, de donde no había retorno.

En la cultura Maya, el lugar de los muertos se llamaba Xibalbá, y se llegaba a él después de pasar por un río que corría entre barrancos llamados Ni'zivan cul y Cuizivan, después se pasaba un río entre jícaros espinosos, un río de sangre y se llegaba a donde se juntaban todos los rumbos de la tierra.

Yn Mictlan, El lugar del no retorno, es un ejemplo de la obra realizada por artistas jóvenes, en la que se ha puesto de manifiesto el valor de las culturas prehispánicas en el trabajo artístico contemporáneo, y a través de éste, demostrar la preocupación que tenemos por mantener vivo el origen de nuestra cultura

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