Un llamado a la vida.

Capítulo único.

Por Hicks Bellum 

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Negro.. todo negro... tal cual como su ropa, así se encontraba todo en la ciudad. 

La luz se había ido, y las sombras habían tomado posesión de lo suyo, tomando a cargo cada rincón que hubiera libre. 

La chica parecía inmutable, había presenciado el apagón y sin muestras de la mas mínima desesperación había continuado caminando... caminando... parecía conocer a la perfección cada palmo de terreno que pisaba. No así con sus pensamientos... y tampoco así con su corazón. 

Su mano derecha iba apretando fuertemente el lado izquierdo de la chaqueta negra que cubría su cuerpo. Le dolía el corazón. Hacía tiempo que sufría de aquella enfermedad que tarde o temprano la llevaría a la muerte inexorablemente, sus padres ya no sabían que hacer. Habían buscado por todos los medios alguna cura... pero aquel virus le había infectado hasta el lugar más recóndito de aquel bendito músculo que daba la vida con sus constantes latidos. Y Alethia ya se había resignado. Veía su muerte como algo que pronto sucedería y además... no tenía nada que le aferrara a este mundo. 

Su vida era algo incierta... no hablaba con otras personas... se sentaba sola en los rincones como cargando un luto por adelantado. Sus labios desde hacía tiempo habían dejado de realizar aquella curvatura que llamamos sonrisa, y sus ojos opacos y apagados, habían dejado de provocar las lágrimas que recorrieran las pálidas mejillas. Se había cansado de llorar. 

Se había cansado de luchar contra aquello que la estaba matando, y poco a poco se había ido apagando hasta que no fue mas que una persona muerta... en vida. 

Y seguía caminando, sus pies aunque pesarosos daban pasos rápidos y certeros... tan sólo quería llegar a su casa para por fin poder recostarse sobre su colchón y dejar que la enfermedad la consumiera.  

-          No tengo por que luchar... no tengo porque vivir... – repetía incesantemente al compás de su agitada respiración. 

Y nadie parecía notarlo... la gente pasaba a su lado en dirección a sus hogares. Gente que tan sólo era capaz de observar su vida... sin ver que aún sin conocerla, su indiferencia era lo que se llevaba cada aliento de su existencia. 

Al fin había dado con su casa. Sin decir nada subió a su habitación. Sus padres la observaron entrar y no dijeron nada, ¿qué mas podrían decir? ¿Si veían que si hija se había resignado a tal suerte y no mostraba señas de querer vivir? 

Se quitó la chaqueta para quedar solo con su polera verde oscuro, cerró la puerta y se tiró en la cama sin deshacerla... la habitación en penumbra era el único testigo de su dolor físico. Nuevamente se llevó la mano al pecho, apretando con furia la ropa que cubría su cuerpo sobre el corazón. Ya no quería sufrir mas. No quería mas dolor. 

Y una lágrima salió de las cuencas esmeraldas... salió para ir a morir sobre la almohada en que reposaba su cabeza. 

Y negro... sus ojos se cerraron vencidos por el dolor. 

~~~~~ 

-          ¡Lucha! 

-          No lo deseo. – fue su respuesta. 

-          ¡Debes luchar! 

-          No es lo que quiero – volvió a responder. 

Se vio a si misma enfrentada con un mar de negrura que parecía obligarle a reaccionar. 

-          ¿Por qué no lo quieres? 

-          Por que no deseo vivir. 

-          ¿Quieres renunciar? 

-          Si, quiero renunciar. 

-          ¿Por qué? 

-          Por que en este mundo no hay cabida para mi. No quiero vivir. No quiero vivir si debo seguir sola. 

-          Jamás has estado sola. Tan sólo te has mentido a ti misma haciéndote creer que no había nadie a tu alrededor. 

-          No los hay. 

-          Claro que los hay... sólo debes de ver bien. 

A su alrededor comenzaron a aparecer figuras espectrales que representaban a la gente que Alethia apreciaba y que una vez conocida su enfermedad ella había alejado para evitar el hacerles sufrir. 

-          Tú los echaste de tu vida por temor a que sufrieran con tu partida. Te declaraste vencida antes de dar la pelea. 

-          No quería que ellos sufrieran. 

-          Pues ellos han sufrido mas viendo como los apartaste y como te has ido hundiendo. Estaban dispuestos a tenderte la mano para ayudarte a salir adelante. 

-          No quería su lastima. 

-          Lo que ellos te ofrecían no era su lastima. 

-          Entonces, ¿qué era? 

-          Su amor. 

Sus ojos se abrieron para rescatar el brillo que tiempo atrás tuvieran. Era la primera vez en mucho tiempo que escuchaba aquella palabra y le encontraba sentido. 

Lo negro fue invadido por una pequeña lucecita que apareció frente a la joven de ojos esmeraldas.  

-          No te niegues la vida. No te niegues a amar y a que te amen. 

-          Tengo miedo.  

-          Pídeles que te ayuden. 

-          Se negarán. 

-          No lo harán. Te quieren demasiado como para guardarte rencor. 

Sus ojos se llenaron de cristalinas lágrimas que fueron a dar al piso haciendo que este se salpicara como si fuera una gran fuente de agua.  

-          Hazlo. 

-          Por favor... ayúdenme... 

Los espectros se voltearon.... y en ellos Alethia pudo ver los rostros que sonrientes le tendían una mano para que se las tomara... 

Extendió la suya y al hacerlo rozó la luz que inundaba el negro mundo. Al instante todo cambió. Y fue reemplazado por un lugar brillante, lleno de vida. Y despertó. 

-          No fue mas que un sueño. – susurró. 

Pero no dijo mas... porque aguzando el oído había logrado distinguir en el piso inferior a sus padres hablando con algunas personas. Al instante reconoció aquellas voces, inconfundibles para ella... eran sus amigos... eran ellos. 

Habían sido llamados por su propia voz y tal cual como aquella le había dicho en su sueño, ellos habían ido a ayudarle. Y por primera vez en mucho tiempo sonrió, a pesar de seguir ciñendo fuertemente su polera. 

Tenía ganas de respirar y de amar. Tenía ganas de ser feliz. 

Tenía ganas de vivir.

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