Deja Vu ~

Hick's Bellum

Capítulo 3: ¿Por qué me siento así cuando estoy junto a ti? 

El murmullo provocado en la sala por los comentarios acerca del nuevo compañero no se hicieron esperar. Algunos mas recatados lo hacían por lo bajo, mientras que aquellos mas osados los decían a toda voz. Anaís era la única que no decía nada, mientras observaba atentamente a aquel chico de vivaces facciones, ojos dorados y cabellos verdes, en cuanto lo había visto se había dado cuenta que por alguna razón aquel chico le inspiraba confianza y apoyo, indudablemente aquel era quien le había ayudado la tarde anterior. No escuchó lo que decía el profesor, únicamente atendía a los movimientos que realizaba el joven, los cuales no eran mas que sonreír y observar a su alrededor, a una orden del profesor Paris comenzó a moverse justo en dirección de Anaís, sobresaltándola. Él no pareció darle importancia a esto y siguió caminando con el paso seguro y hasta de cierto modo arrogante hacia el puesto que casualmente se encontraba vacío delante de Anaís. 

-          Con que nos volvemos a encontrar, ¿eh? – le dijo mientras sonreía picarescamente – me alegra que ahora si estés conciente. 

Anaís se turbó. ¿Cómo era posible que él le tratara con tanta familiaridad si tan solo se habían visto una vez? Y a esto sumado el hecho de que ella no había hablado con él, en ningún momento. Pero antes de haberse tomado el tiempo necesario para reponerse y contestarle, él se había volteado hacia la pizarra, no sin antes haberle cerrado un ojo en confianzuda expresión. 

Anaís estaba demasiado extrañada, ¿por qué se comportaba de aquella manera con ella? Y además ¿cómo es que ella se veía completamente disminuida ante él?, ni siquiera era capaz de hilar una respuesta rápida y coherente. Se veía completamente tonta frente a aquel joven, y era la primera vez que esto le sucedía, ¿qué acaso le estaría sucediendo algo con Paris? O tan solo era por el hecho de que él había sido quien la había ayudado desinteresadamente el día anterior. 

La hora había pasado lenta y tediosamente para Anaís, quien por primera vez sentía que su mente estaba en otra parte, o mejor dicho en otra persona, mas que en las explicaciones del profesor... mientras que Paris rápidamente se había hecho de amigos y “amigas” que se deshacían en suspiros cada vez que el joven les dedicaba una sonrisa, cosa que para él parecía relativamente fácil puesto que desde el primero momento se había revelado su carácter sociable y risueño. 

Campana para el receso... nunca había deseado tanto escuchar aquel sonido. Deseaba hablar con Paris para agradecerle lo del día anterior pero viendo que apenas se había escuchado el sonido de la campana el joven se había visto rodeado de personas que ni siquiera le dejaban ver parte de su pelo verde asomando por entre la multitud.  

-          Bueno – se dijo mientras caminaba por la zona cubierta de pasto en el patio de la escuela y tomaba asiento apoyándose en un árbol de cerezos – ya tendré tiempo durante el día para poder agradecérselo.

-          Y, ¿por qué no mejor ahora? 

Aquella voz... no hizo mas que Anaís se volviera a sobresaltar para buscar rápidamente de donde provenía. No tardó en ver que el joven se hallaba encaramado en una de las ramas del árbol y que sonreía ante la turbación que causaba en la chica. De un salto estuvo en el suelo, mientras que Anaís se levantaba para poder hacer la inclinación correspondiente y dar los agradecimientos adecuados a la situación. 

-          No te preocupes, no podía dejar que una joven tan linda se diera contra el piso - había sido la nuevamente pícara respuesta, además de acercarse peligrosamente al rostro de la joven que no hizo más que ponerse rojísima mientras no podía despegar los ojos de los de él. 

Él parecía no percatarse de la turbación de ella, o quizás no quería realmente. Le agradaba tenerla en esa situación, le provocaba gracia y a la vez le hacía recordar el porque se había enamorado de ella. Aunque a la vez le entristecía al recordar que habían debido separarse tan dolorosamente. Por eso se encontraba en aquel mundo, para impedir que ella viajase a Céfiro, impedir que ella fuera llevada a aquel mundo, que no luchara, que no tuviera que sufrir al tener que matar a su hermana la Princesa Esmeralda, y también impedir que sufrieran la separación siendo que ambos se amaban. 

Ahora el que se había sonrojado era él, había recordado parte de todo lo que habían vivido en Céfiro. 

-          Nos vemos mas tarde, ¿eh?  le dijo cambiando rápidamente de actitud – si quieres te acompaño a casa, me gustaría saludar a tu madre nuevamente, me pareció una señora sumamente agradable. 

Antes de que Anaís pudiera responderle, el ya se había marchado corriendo. 

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Corría para poder estar a solas... necesitaba estar a solas alejado de la gente que a cada rato le rodeaba tan solo por ser el muchacho nuevo. Además que quería estar así para poder pensar con calma en su querida Anaís. ¿Cuántos recuerdos le había traído el poder estar con ella? Si bien era cierto que él no era el mismo Paris que ella se encontraría en Céfiro, poseía todos las mismas características y los recuerdos de este hasta el momento en que por segunda vez se había visto separado de Anaís, y aun mas, poseía los recuerdos de aquel Paris que después de la partida de ella, se había sumido en la mas profunda melancolía, hasta el hecho de que... 

-          ¡No! – se reprendió – ¡no puedo permitir que aquello suceda!, debo evitar a toda costa que Anaís vaya a Céfiro, debo hacer que se quede aquí, que viva feliz. Que nunca me conozca en Céfiro, que nunca me ame, y que no muera. Que nunca sufra por lo que debió sufrir, aunque eso signifique que yo tenga que morir otra vez para que ella siga viva. 

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