Deja Vu ~
Hick's Bellum
Capítulo 5: Te reconozco, tan solo por ese
beso.
Se encontraba en su habitación. Aún no podía creer lo
que había hecho. Lo había besado para después salir corriendo a su casa dejándolo
ahí parado sin una explicación. Ni siquiera se había volteado una vez para
mirarle el rostro... quien sabe como lo haría para poder mirarle a la cara al día
siguiente en la escuela.
Pero mas allá de que fuese por vergüenza que no se
atreviera a mirarlo, era porque con aquel beso se había sentido en las nubes. Y
había sentido que conocía a Paris desde hacía muchísimo tiempo. Y aunque no
estaba segura de ello, también podía sentir que lo amaba desde hacía siglos.
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Quizás así se sientan las mujeres enamoradas
– trató de razonar – pero la verdad es que siento como si conociera a
Paris de otro lugar, que ésta no es la primera vez que lo veo, aunque si es la
primera vez que lo beso – se sonrojó notablemente al pensar en aquello
– oh, por dios... ¿cómo lograré mirarle mañana?
Que extraño le parecía a ella estar viviendo tal situación.
A pesar de todo, jamás se había preocupado por situaciones sentimentales mas
que por las de sus amigas. Y estarlas viviendo ella ahora le hacía poner su
mundo de cabeza. Más aún siendo todo tan extraño.
Se decidió a finalmente tratar de dormir, y se acostó. No
sin antes dirigir una última mirada a través de la ventana y observar la luna
que pálidamente parecía querer acompañarle en la desvelada que podría
producirse.
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¿Qué rayos había sucedido? ¿cómo había pasado
aquello?
Se preguntaba una y otra vez el chico de pelo verde. Por
instantes había olvidado por completo lo que supuestamente deseaba cumplir, y
se había dejado llevar por las circunstancias. Quebrando su propio juramento se
había vuelto a acercar sentimentalmente a Anaís, y aún mas... en esta ocasión
hasta la había besado.
Error. ELLA lo había besado. Eso era algo que jamás se
habría esperado de su Anaís, pero a decir verdad le había fascinado la
actitud de ella, era el primer beso de ambos, puesto que cuando estuvieron en Céfiro
jamás lo habían hecho, quien sabe porque, pero siempre se habían quedado en
abrazos y caricias que no hacían mas que mostrar un amor respetuoso que ambos
sentían. Tal vez jamás se habían besado, porque aquello significaría mayor
dolor cuando tuvieran que separarse, ambos sabían que tarde o temprano deberían
de decirse adiós para siempre... y aunque un beso hubiera podido ser una mayor
muestra de amor entre ellos, inevitablemente hubiera significado un dolor mas
grande al no tener que repetirlos mas que en sus sueños.
No podía evitar el sonreír mientras daba vueltas por la
habitación en penumbras. Esto inevitablemente le complicaba sus planes, pero a
la vez le había provocado una dicha inmensa, puesto que definitivamente la
amaba y aquello le hacía ver que a pesar de que ella no le conociera en este
mundo, estaba destinada a amarle.
Aunque eso también significaba que hiciera lo que hiciera
ella igual sufriría. Tenía tan solo unos días de vida en aquel mundo, había
renacido en la Tierra tan solo para impedir que Anaís muriese, evitando a toda
costa que ella fuera llevada hasta Céfiro y que se enamorara de él estando allí.
Le quedaban unos pocos días. La semana estaba terminando,
era día Jueves y el Lunes sería el día donde estando en el Mirador de la
Torre de Tokio sería transportada junto a Lucy y Marina a Céfiro. ¿Cómo
lograría impedir que ella fuese a aquel lugar? Había pensado diferentes
situaciones para lograrlo, y algunas parecían bastante cuerdas, pero ahora...
con las situaciones en tal estado le sería muchísimo mas difícil. O tal vez
si podría ser mas fácil, tan solo debía de convencerla de hacer algo en ese día
y lo conseguiría, aunque igual sería muy complicado de soportar, puesto que
por la noche irremediablemente él moriría.
Una vez cumplido el cometido por el cual había renacido
debía dejar de vivir. Esa había sido la condición que Céfiro le había
impuesto para cumplir su deseo... antes de morir.
Paris se acercó a la ventana para observar la Luna. Cuanto
hubiera deseado poder estar por siempre junto a Anaís, pero lamentablemente el
destino les había jugado una mala pasada., separándolos. Y ahora, él se
encontraba nuevamente sufriendo. No cabía duda que la amaba, y el saber que
irremediablemente tendría que volver a separarse de ella le provocaba un
profundo dolor. Aunque igual sentía un poco de calma sabiendo que daría su
vida por la felicidad de ella.
Que equivocado estaba. Cuando bien sabía que la felicidad
de Anaís tan solo se encontraba de la mano de él. Estando a su lado, toda la
vida.
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Los rayos de sol penetraban raudos por entre las cortinas
color crema de la habitación de Anaís. Se había quedado despierta hasta tarde
pero aquello no le había impedido abrir los ojos a un horario prudente para
preparase a asistir a clases. No hizo mas que ponerse de pie, para recordar lo
que había sucedido la noche anterior, y que la duda volviera a embargarla.
Mas callada de lo normal desayunó y preparó sus cosas. Su
madre la observaba en silencio. No había pasado desapercibida para ella la
actitud que había tomado Anaís al volver de ir a encaminar a Paris, pero como
buena madre, su agudo sentido le había hecho mantenerse al margen de hacer
preguntas, aunque ciertamente se imaginaba lo que podría haber sucedido afuera.
Salió de casa y se encaminó a la escuela. No podía dejar
de pensar en la forma en que se comportaría al verlo. Su ojos miraban fijamente
el suelo, como tratando de encontrar allí una respuesta. La gente pasaba
indiferente a su alrededor, parecía que el mundo completo le daba vuelta la
espalda en aquel momento.
Alguien se acercaba corriendo. ¿Para que levantar la
cabeza? Unos pies se detuvieron frente a ella obstruyéndole el camino y haciéndole
levantar la mirada. Y allí estaban los ojos dorados nuevamente, brillaban como
siempre, y al observar su rostro vio que una sonrisa lo cruzaba.
No atinaba a nada, en su rostro era capaz de leerse el
asombro. Sus labios se entreabrieron para dejar escapar algunas palabras
maltrechas incapaces de ser entendidas, y antes que pudiera repetirlas mas
fuertemente, fueron calladas por los tibios labios de él. Paris la estaba
besando mientras la tenía completamente atrapada entre sus brazos. Sin salida.
Sin opción a arrepentirse.
Sus ojos, antes abiertos por el asombro y el nerviosismo,
se cerraron para dar paso a sus emociones, respondiendo tan súbito beso a la
vez que lo envolvía con sus brazos.
Tan solo fueron unos segundos. Segundos que parecieron una
eternidad. Lo último que había visto era a Paris corriendo en dirección
contraria, con una mano extendida haciéndole adiós, y diciéndole que se verían
el lunes.
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