¿Por qué no puedo reconocer que te amo?

 Hicksu Bellum ~

Capítulo 1: Pensamientos... 

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¿Por qué? ¿Por qué lo había vuelto a hacer?

 Él sabía que ella lo amaba más que a cualquier otra cosa en el mundo, y aun así la dañaba haciendo de aquellos encuentros que tenía con Kikyo una daga que atravesaba el corazón de su querida Aome. 

Si tanto la amaba, ¿por qué no era capaz de separase de una buena vez por todas de Kikyo? ¿Por qué tenía tanto miedo de poder decirle que la amaba y que Kikyo ya no le importaba mas? 

Acaso sería que tenía miedo de volver a confesarse enamorado. Tenía miedo de que otra vez quedara expuesto y volviese a sufrir todo lo que había sufrido. No había querido reconocer que la historia que había llevado con Kikyo le había hecho sufrir, no había querido reconocerlo hasta que conoció a Aome. Como un tonto – se reprendía él – se había enamorado de aquella joven humana que con su carácter, su preocupación y su energía le había conquistado día tras día desde el primero momento en que la viera. 

-          ¡InuYasha! ¡ERES UN TONTO! ¡TOOOOONTOOOOO! – habían sido nuevamente las palabras que le había dicho Aome, antes de darle la espalda y volverse hacia el pozo que la llevaba a su mundo. 

Pero ésta vez había algo diferente, siempre Aome mostraba su enojo en aquellos momentos, pero ahora, había mostrado una mirada llena de dolor. Estaba herida. Y aquello InuYasha no se lo podía quitar de la cabeza. Tenía herido el corazón, y al ser capaz de haber visto eso se dio cuenta que al mismo tiempo estaba hiriendo el suyo propio. 

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-          ¿Cuánto tiempo lleva arriba del árbol? – preguntó el pequeño Kitsune, mirando atentamente la figura encorvada del hanyou que descansaba en una de las ramas.

-          Desde que la señorita Aome se fue – respondió un ceñudo Miroku – eso quiere decir... – sin quitar su postura calló unos segundos – 5 días.

-          Bien merecido que se lo tiene. ¿Cómo se atrevió a hacerle eso a Aome? – sentenció Sango, quien sentada al lado del monje daba rienda suelta a sus palabras – Aome lo único que hace es preocuparse y pensar en él, ¿y él no es capaz de clarificar lo que siente?

-          ¡Perro tonto! – terminó el pequeño zorrito. 

Las orejas de InuYasha se alzaban peligrosamente, y una vena cruzaba por su frente. Giró la cabeza para lanzar una furibunda mirada al trío que se encontraba bajo el árbol. Y éstos, aludidos, se echaron a correr a todo lo que daban sus piernas. Ciertamente temían cuando InuYasha se comportaba de aquella manera. Cuanto echaban de menos a Aome que en tan sólo unos segundos, pronunciando ¡Osuwari! era capaz de hacerlo caer y dejar estampado en el suelo.

      -   Pero tienen tanta razón – suspiró - ¿por qué tengo que hacerte sufrir a ti por mi indecisión?

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Sus pensamientos fueron súbitamente interrumpidos por un olor especial en el aire... era el olor de Aome, inconfundible para su desarrollado olfato

De un salto llegó hasta el suelo, y con ágiles movimientos característicos de él, partió veloz por entre el follaje con destino al pozo que comunicaba ambos tiempos.

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Aome ya se sentía mejor. A pesar que había tenido que volver a recibir otro duro golpe a su amor, otra vez había sido mas fuerte el deseo de volver a verle y de estar a su lado que cualquier otra cosa, y había regresado al Sengoku. Apenas había logrado salir del oscuro pozo, llenar sus pulmones de aquel aire tan puro y refrescante, tan diferente del de su época, para tener que verse enfrentada cara a cara con los ojos de InuYasha que la observaban fijamente desde la sombra de un árbol del bosque. 

Suspiró. Cuan difícil le era tener que enfrentarle, hacer como que nada hubiese pasado, fingir un enojo estúpido y discutir con él para no tener que hablar del tema que realmente era el que la hacía volver a su tiempo y dejar de verlo algunos días para retomar fuerzas y aguantar el tiempo suficiente a su lado, mientras su tibio corazón era desgarrado día tras día por la presencia de aquel fantasma con forma de mujer, llamado Kikyo.

-          Inu... Yasha... – y un suspiro que se llevó el viento.

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